Entrar al showroom de Lorena Saravia es como introducirse a un espacio seguro, donde la calma se contagia. Parece un oasis en medio del caos rutinario de la colonia Roma, de Ciudad de México, relata la revista “Vogue”. Afuera los autos tocan el claxon para apresurar a quienes tienen por delante, porque esta es la vida apurada de la metrópoli. Pero dentro del lugar de Saravia, el ruido suena muy lejano (o en realidad, no retumba en absoluto), como si se tratara de introducirse en un universo alterno, una burbuja de relajación.

Se le ha visitado en varias ocasiones, y los racks que delinean el amplio rectángulo que deja entrar los rayos de luz natural a través de un ventanal que parece ser original de la época revolucionaria acostumbran a exhibir la colección en turno de la diseñadora. Esta

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