El último día de Feria siempre tiene un sabor distinto. Málaga entera parece haberse citado para exprimir las últimas horas de fiesta, como si nadie quisiera reconocer que el verano también empieza a dar la vuelta a su reloj. Y es que las despedidas siempre son difíciles. La Calle Larios se convierte en un río humano, todos felices, queriendo disfrutar de los últimos instantes . En la plaza de la Constitución, los cantes por flamenco se entrelazan con las guitarras, y las palmas marcan un compás que parece no querer acabarse nunca.
Allí, la estampa se repite de metro en metro: el vino dulce corre de mano en mano, mientras los verdiales ponen banda sonora a las últimas horas de celebración. "Aquí se siente la Málaga auténtica , la de siempre, la que canta y baila a plena luz del