Venía la semana cargada por aquello de que Lamine Yamal no sea el santo Job, y que la paciencia en su furioso amanecer como estrella multidisciplinar no sea lo suyo. Y Lamine, que es humano, al menos todavía, perdió dos balones que desembocaron en dos goles del Levante. En el primero, Iván Romero ajustició tras fintar a Cubarsí; en el segundo, un penalti por mano de Balde que sólo tiene sentido con el televisor cómo único argumento, Morales batió a Joan Garcia. Fue el preámbulo de uno de aquellos levantamientos dirigidos por Pedri que distinguen al Barça de Flick. Pero también del colofón, cuando Lamine, ya en el minuto 91, centró y Elgezabal, quizá muerto de miedo, se metió el 2-3 en su portería. Los genios deciden cuándo serlo.
Mientras Marcus Rashford , en su día también estrella