Preso desde hace más de cinco décadas, sobre la espalda de Carlos Robledo Puch pesan 11 homicidios, raptos y violaciones. En 1973 tuvo una fuga increíble de una cárcel de Olmos.

“Lo único que ansío es que me metan en la sala de una clínica y me pongan una vía con suero y me pongan a dormir profundamente y después me inoculen el veneno y me maten”. La frase lleva la firma de Carlos Eduardo Robledo Puch, que entre 1971 y 1972 dejó una marca sangrienta en la historia criminal argentina. Pero ese escrito del “Ángel de la Muerte” se inscribe en un contexto en el que en más de una vez, en su más de medio siglo tras las rejas, pidió la libertad y sufrió el revés de la Justicia.

De familia procedente de Salta, este veinteañero escondía detrás de su rostro aniñado, ojos claros y bucles pelirrojo

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