Era una típica y calurosa noche de verano en el pueblo, de esas en las que las sillas apostadas en las fachadas acogen tertulias a la fresca , y en las que los juegos infantiles impregnan de risas el ambiente, pero la del 26 de agosto de 1990 se tornó en una pesadilla que sumió a Puerto Hurraco (Badajoz) en un grito de dolor entre el estruendo de los disparos que tiñeron de sangre las calles. La atroz masacre, que segó nueve vidas, causó un trauma colectivo y ligó esta pedanía a la desgracia. Esa profunda herida tardó mucho tiempo en sanar, y cada aniversario, desde hace 35 años, vuelve a doler.

La terrible venganza que se materializó aquella noche fue el último episodio de una espiral de odio entre dos familias, los Izquierdo y los Cabanillas, conocidos en la zona como los Pataspelás

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