Ourense, León, Zamora, Lleida, Tarragona, Cáceres, Carcastillo (Nafarroa). Son solo algunas de las localizaciones calcinadas este año por las llamas, en un verano, otro más, de resultados trágicos en materia de incendios. En esa tesitura, surge nuevamente el debate sobre cómo afrontar una situación que, cambio climático mediante, se ha recrudecido en los últimos años por cuestiones de mera incidencia física y meteorológica, aparte de por un creciente abandono de la zona rural y sus actividades tradicionales.

Cada vez son más habituales paisajes secos, proclives a arder, y con mayor severidad si cabe, lo que incrementa el riesgo de grandes incendios forestales, ya conocidos como de sexta generación. No es que haya más incendios, porque se han reducido un 35% en número, hasta situarse en un

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