"Lo que comienza bailando sólo se puede recordar sonriendo". Lo dice la fisioterapeuta Mireia Grossmann por hablar de una de las historias de amor que más la marcaron. "No fue la primera pareja ni la última, pero tengo un recuerdo muy dulce". Grossmann tenía veinticinco años y cada viernes se iba a bailar bailes tradicionales con música en directo en la plaza del Rei. Allí conoció a Manel, "uno de esos chicos que gusta a las madres". Un día la acompañó en el metro y, "como en una película", cuando las puertas del vagón se estaban a punto de cerrar, él le dio un beso rápido.

Grossmann explica que en aquella época vivía en una burbuja muy catalana y que Manel, de familia andaluza, le abrió los ojos a tradiciones y paisajes que no conocía. También le transmitió la cultura "de cerrar filas" c

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