Opinión / Carlos Verucchi / En Línea Noticias (Twitter: @carlos_verucchi)
El 17 de marzo de 1992, los argentinos y las argentinas nos encontramos con la novedad de que, por fin, el tan anhelado ingreso al primer mundo, al mundo desarrollado, se había hecho efectivo.
Aunque de inmediato supimos que ese paso no era para nada venturoso, sino todo lo contrario. No es que repentinamente el PBI se hubiera triplicado o que, de buenas a primeras, el país hubiera alcanzado niveles de bienestar equiparables a los de los países europeos. Entrábamos al primer mundo por la puerta de atrás: nos tocaba pagar las travesuras, pretendidamente inocentes, de un presidente de la Nación que, como un perrito que sigue a su amo moviendo la cola, había enviado, un par de años atrás, un buque y una corbeta de la