Seguro que todos conocemos alguien que tiene tres títulos universitarios, una biblioteca que parece sacada de Oxford, y un discurso impecable sobre liderazgo o sobre lo que sea. Sin embargo, esa persona tan instruida no escucha . No cambia. No actúa . Y cada decisión que toma —por más analizada que parezca— termina dañando algo o a alguien.
Esto puede tener que ver con un error cultural y social básico: confundir conocimiento con sabiduría , y creer que con el conocimiento acumulado “se es alguien” como ser humano. Nos educaron en la ecuación equivocada: más conocimientos parecía significar ser mejor persona, y al final del camino, la historia está llena de personas extremadamente estudiadas que fracasaron en lo esencial: relaciones, ética, propósito, claridad, humanidad.
El conoci