Cada 30 de agosto celebramos en el Perú la solemnidad de Santa Rosa de Lima, hija de una familia de la clase media que vivió entre finales del siglo XVI e inicios del XVII. Isabel Flores de Oliva, ese era su nombre original, sintió desde pequeña la atracción hacia una vida de intimidad con Dios. Junto con otros santos que vivieron por la misma época en el Perú, ella es uno de los primeros frutos de la fe católica en nuestras tierras. El apelativo de Rosa se lo puso de modo definitivo el segundo arzobispo de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo, que con la sabiduría que lo caracterizó vio en ella la belleza que transparentaba su alma. Sin embargo, algunos historiadores dicen que ya antes su madre la llamaba así.

Santa Rosa de Lima no fue religiosa ni vivió en un convento, sino que fue una jove

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