Un gesto cotidiano puede encerrar una revolución invisible. Caminar, detenerse, cruzar una mirada y, de pronto, dos manos que se buscan y se encuentran. La divulgadora en neurociencia y psicología emocional Raquel Mascaraque revela que, tras ese contacto aparentemente simple, se esconde un fenómeno sorprendente: una sincronización cerebral capaz de unir, aliviar y sanar.

En su análisis, describe cómo la ciencia ha comenzado a descifrar lo que muchos intuimos sin palabras. “Es un gesto muy íntimo que solo hacemos con nuestra pareja, con nuestros hijos o con nuestros vínculos más cercanos”. Pero lo realmente sorprendente es que este acto, aparentemente cotidiano, activa mecanismos profundos en el cerebro y el cuerpo, generando lo que los investigadores llaman acoplamiento cerebro-

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