Durante dos semanas, el cielo del norte de Extremadura fue surcado por aviones que combatían el incendio de Jarilla. Un total de 26 aeronaves participaron en las labores de extinción, en una operación aérea clave para frenar el avance de las llamas. Sin embargo, detrás de esta labor esencial hay una realidad preocupante: la precariedad laboral de los pilotos que se juegan la vida en cada vuelo.
Estos profesionales, fundamentales en la lucha contra incendios forestales, enfrentan contratos temporales y condiciones que los empujan a buscar oportunidades fuera de España. La consecuencia directa es una disminución progresiva del número de pilotos disponibles para emergencias como la de Jarilla.
“Cada vez hay menos pilotos para apagar incendios”, advierten fuentes del sector. Para quienes des