Cuando Giulio Ciccone giró el cuello anunció su derrota, decapitado por el esfuerzo. Fue la señal para la remontada al límite de Jonas Vingegaard , que esprintó con voracidad para agarrar el liderato de la Vuelta en la colina de Limone Piamonte por unos centímetros.

El danés celebró con entusiasmo la victoria. Cerró el puño y lo lanzó al aire después de someter al italiano en la f oto-finish .

Más tarde, beso el anillo de casado a modo de acto reflejo. Una vez felicitado por sus compañeros, el danés, que agradeció el empeño de sus colegas, llamó a su mujer, Trine, para darle la buena nueva. Es la liturgia de Vingegaard y su hilo directo con los suyos.

Los momentos felices es mejor compartirlos y gritarlos a voces. Sobre todo después de que la desgracia rozara al danés en una caída

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