El crepitar de las llamas y el ruido de la angustia va dejando paso poco a poco al clamoroso sonido del silencio. Esa especie de vacío que envuelve el humo, la tierra negra, los árboles grises y la nada que rodea cada imagen. Porque en Galicia, después de más dos semanas de una de las peores olas de incendios que se recuerdan, el monte retorna por fin a esa necesaria, aunque triste, soledad.

Una que deja una estampa de más de 90.000 hectáreas arrasadas por el fuego, el equivalente a toda la ciudad de Nueva York, y que se ha llevado por delante el monte, sí, pero también explotaciones agrícolas y ganaderas, aldeas y enclaves naturales. Es la imagen que viene después de la tragedia y para cuya recuperación serán necesarias muchas horas y más apoyo.

Por este motivo, la Xunta de Galicia cele

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