La polarización no es solo ideológica, pensar distinto, es también afectiva, rechazar al otro por ser del otro bando. Presentar cada debate como un choque entre bloques, incluso el de por qué España se quema, exagerar la amenaza del adversario y poner la bronca por encima del acuerdo se han asentado como mandamientos que cohesionan a los propios y desgastan al rival. Esta estrategia está minando los cimientos de la democracia española: los estudios politológicos demuestran que la polarización afectiva reduce la confianza en las instituciones y alimenta percepciones de ilegitimidad del sistema.

A la par, crece el problema de la desinformación. Digital News Report España recoge que seis de cada diez entrevistados, el 57%, considera que los políticos son una amenaza importante en relación co

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