Tras mandar construir un centro de internamiento rodeado de caimanes y serpientes, Donald Trump ha tenido otra brillante idea para luchar contra la inmigración ilegal a Estados Unidos: pintar de negro el muro metálico que separa buen parte de la frontera con México para que se recaliente y resulte imposible de escalar.

Ideas absurdas, pensarán algunos, pero que consiguen llegar por su simplicidad y apa­rente sentido común a amplio segmentos de la sociedad estadounidense que desconfían de los datos y los estudios que indican que ni Aligator Alcatraz ni la pintura negra disuaden ni a quienes tratan de huir de un presidio ni a quienes escalan el muro. Es más, en el caso de la pintura, se trata de un gasto que ya se ha demostrado inútil, dado que las condiciones extremas de la frontera hacen

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