“Se ha dicho poéticamente que las estrellas del cielo son la insignia hereditaria del hombre, como soberano intelectual de la creación animal…”. Con esas palabras, en prosa, de tono elevado y solemne comenzaba el artículo titulado Grandes descubrimientos astronómicos , publicado el martes 25 de agosto de 1835, en la segunda página de The New York Sun . Lo que parecía un ensayo astronómico más se transformaría en una de las mayores ficciones periodísticas jamás impresas. Era la primera entrega de una serie de seis artículos que, día tras día, relataron una historia tan deslumbrante como inverosímil: el descubrimiento de vida inteligente en la Luna.
Según esas crónicas, firmadas por el desconocido Dr. Andrew Grant , el renombrado astrónomo británico Sir John Herschel , de