Cosas que pasan Alfonso Ussía

Orejas

Diez días más tarde, después de treinta duchas, cada vez que cambiaba de lado mi cabeza, la almohada lo hacia pegada a mis orejas

La delgadez que sobreviene a una actividad mínima, la de Almeida, por ejemplo, que se está reponiendo de su embarazo y maternidad, nos devuelve a tiempos felices. Hasta 1992, el que escribe era un joven apuesto y atractivo con unos apéndices auditivos sobresalientes. Con la delgadez, he vuelto a tener orejas de soplillo. En el colegio del Pilar, don Genaro, nuestro santo profesor de francés, si me sorprendía hablando con mi compañero de pupitre le preguntaba a Vázquez, que por el orden alfabético fue mi compañero de mesa durante años. «Vázquez, informa al resto de la clase lo que le ha dicho el repelente Orejas». Pero no

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