David Bowie (1947-2016) fue una radiación de registros que descollaron mucho más allá de las parcelas musicales. No era para menos, en Bowie se manifestaba la conceptualización de la experimentación con la que rubricaba cada uno de sus trabajos. Musicalmente, el cambio era el nervio que motivaba su poética, pero bien saben sus seguidores que ese cambio no se debía a los vientos de la moda musical o a la tendencia artística en boga, sino más bien a su espíritu camaleónico que tenía el oscuro fin de encontrarse a sí mismo como persona y en esa empresa no dudó en poner en el asador todas sus capacidades expresivas.

Bajo esa actitud camaleónica, nosotros pudimos apreciar/admirar la dimensión de su trabajo, por demás laberíntico. En sus matices, nos seguíamos encontrando con el mismo Bowie, c

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