Han pasado más de dos semanas desde ese trágico 11 de agosto, cuando Colombia te perdió y ascendiste al cielo, para estar al lado de Dios. Siéndote sincero, esperé un tiempo para redactar este texto para respetar tu memoria, el duelo, y reflexionar sobre muchos aspectos de la fragilidad humana y la historia de nuestro país.

Durante tres largos días, Colombia entera estuvo en un estado de profunda tristeza y zozobra por tu partida. Desde el momento en el que tu féretro entró al Salón Elíptico del Congreso y pude despedirme de ti una última vez, hasta tu ceremonia fúnebre en el Cementerio Central, Colombia entera rompió en llanto por ti. Ciertamente, cumpliste tu objetivo, lograste cambiar al país, lograste que millones de personas se unieran en oración por tu salud y muchos más lamentaran

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