Las faldas ondean y los sombreros vuelan en la cancha de fútbol de Jenesano, un pueblo envuelto de montañas en el centro de Colombia. Con sus coloridos vestidos tradicionales, decenas de campesinas patean la bola y celebran con abrazos cada gol.
Son las jugadoras de «Bota, Ruana y Sombrero», un torneo femenino que se juega cada agosto desde hace once años. Las mujeres dejan en segundo plano las arduas tareas domésticas y agrícolas, un sector tradicionalmente machista, para centrarse en disfrutar del deporte.
Divididas en ocho equipos, bautizados con palabras propias del campo colombiano, desde Las Jediondas hasta Las Potrancas, juegan y luchan contra el olvido de las campesinas de la región.
«Estos torneos representan mucho porque es nuestra cultura tradicional» y «porque los campesinos