Este es un espacio de debate que no compromete la opinión de La Silla Vacía ni de sus aliados.
Siempre he pensado que es una fortuna que Medellín no tenga mar.
No es que el mar no me guste, todo lo contrario. Pero siento que es una fortuna no tenerlo porque lo hubiéramos vuelto miseria. Como ciudad, nos imagino sucumbiendo a los impulsos industriales y desarrollistas de principios del siglo XX, convirtiendo nuestras playas en muelles, con un puerto carbonero para sacar el carbón de Amagá. Las pocas playas recreativas, de existir, hubieran quedado olvidades y mal tenidas.
Si esto suena difícil de creer, recordemos que volvimos miseria nuestro Río Medellín, que fue canalizado y anulado con una autopista al lado. Lo más cercano que tuvimos a una playa, la desembocadura de Quebrada Santa El