El transporte marítimo, motor del comercio internacional, enfrenta una paradoja: es esencial para la economía mundial, pero al mismo tiempo una de las fuentes más grandes de emisiones contaminantes. Según cálculos recientes, este sector es responsable de alrededor del 3 % del CO₂ global , una cifra equiparable a lo que emiten naciones industrializadas como Alemania o Japón.
Lee también: Europa cede ante Donald Trump por aranceles a eléctricos
Frente a este reto, diversas soluciones han intentado ganar terreno en la última década: gas natural licuado, motores híbridos, biocombustibles o incluso amoníaco verde. Sin embargo, ninguna ha logrado un equilibrio ideal entre autonomía, escalabilidad y costos competitivos para cubrir rutas intercontinentales. Fue en ese vacío donde apareció una