Era 1952, venía diciéndoles a propósito del centenario de Oscar Peterson y su encuentro con Fred Astaire, cuando cambió la suerte del bailarín. La estrella del rey del Broadway de los años 20 y el Hollywood de los 30 palidecía. Pero quiso la suerte que aquel año el productor Arthur Freed, el rey de los musicales, animado por el éxito de sus arriesgadas operaciones de usar antiguas canciones de Gershwin y de él en las modernas comedias musicales Un americano en París (1951) y Cantando bajo la lluvia (1952), tuviera la idea de convertir The Band Wagon, la comedia de Arthur Schwartz que Fred y Adele Astaire estrenaron en Broadway en 1931, en un musical que partía de una idea que solo el sentido del humor y la bonhomía de Astaire podía aceptar: mientras en Hollywood se subastan su bastón y su
Oscar y Fred

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