Circula por ahí un suelto pretendidamente periodístico que asegura que, en un alto del rodaje de La princesa prometida, André el Gigante se tiró un sonoro pedo que, desde el inicio a la conclusión, duró dieciséis segundos exactos. Por muy verosímil que pueda resultar (échenle, si no, un vistazo a cualquier foto de André el Gigante), y dejando a un lado la discusión sobre a quién puede ocurrírsele de pronto la idea de cronometrar, desde el segundo uno, un pedo ajeno, basta con ponerse a contar de uno a dieciséis para saber que la anécdota no es cierta.

Prueben a hacerlo si no me creen. Y no se queden ahí: déjense de pedos y anímense alguna vez a cronometrar, ahora sí, cualquiera de esos emotivos minutos de silencio que se guardan en los campos de fútbol antes de los partidos en recuerdo de

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