UN niño de 13 años me contaba sorprendido, que ya le habían impartido hasta cinco veces la misma charla sobre el bullying. Con cierto sarcasmo, me preguntaba por qué no le enseñaban cosas más útiles en el colegio como primeros auxilios o supervivencia en el campo.

Otra niña de la misma edad llegó llorando, desconsolada, alegando que la estaban haciendo bullying. Su madre, furiosa, fue a hablar con la directora. Tuve la oportunidad de hablar con la joven y, tras insistir, me explicó lo sucedido. Al parecer, una compañera le había comentado que otras niñas de «otro colegio» hablaban mal de ella.

Es evidente que existen casos graves de bullying, pero también es cierto que hoy vivimos en un país paralizado por la corrección y la sensibilidad. Solo el 23% de los españoles se declararía dispue

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