Durante el nazismo, una pequeña familia desafió las leyes de la genética y, sin quererlo, se convirtió en símbolo del delirio de los seguidores de Adolf Hitler. Los Ovitz, un clan de artistas judíos, enanos, escapó de la muerte segura en Auschwitz gracias a la obsesión de Josef Mengele. Sus vidas, marcadas por la estatura mínima y la voluntad colosal, cruzaron el infierno de la Segunda Guerra Mundial con los ojos bien abiertos, atestiguando tanto la maldad como el absurdo del destino.

En el pequeño pueblo de Rozavlea, enclavado en las montañas de Transilvania, los Ovitz levantaron su imperio doméstico a base de risas, música y resistencia. Eran siete hermanos, todos con enanismo, nacidos de la unión de Shimson Eizik Ovitz —también de corta estatura— y dos mujeres, ambas bíblicamente fér

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