Conocí a mi actual marido en 2009. Fuimos un año amigos y después empezamos a pololear. Desde el comienzo nos proyectamos juntos y no solo en pensamientos: poníamos en palabras cada deseo de familia. Cuántos hijos nos gustaría tener, qué tipo de educación les daríamos, a quién se parecerían. Incluso apostábamos si íbamos a tener primero niña o niño. Todo ese sueño típico de familia lo imaginábamos como propio.

Jamás pensé que me costaría embarazarme, por eso soñaba con la maternidad con total libertad. Unos años después de casarnos, decidimos ponernos en campaña. Gran parte de nuestro círculo ya estaba teniendo hijos y eso alimentaba la ilusión de que crecerían juntos.

Dejé las pastillas con la ilusión de que nuestro sueño por fin se haría realidad. Pero rápidamente esa ilusión se transf

See Full Page