Por REGINA GARCIA CANO

CORO, Venezuela (AP) — El pequeño refrigerador y despensa de Alnilys Chirino están casi vacíos: un puñado de pimientos y hierbas marchitas, un kilo de arroz, medio kilo de frijoles, un poco de carne enlatada, algo de harina. Chirino solía preocuparse por que la comida se echara a perder rápidamente por el calor abrasador del oeste de Venezuela. Hoy en día, sus escasas provisiones rara vez duran lo suficiente como para descomponerse.

Aun así, la mujer de 51 años debe hacer que esos artículos duren varios días. Sus tres hijos adolescentes dependen de ello. Duermen, estudian, trabajan, rezan y juegan con hambre. Lo mismo hacen millones de venezolanos en todo el país.

El más reciente derrumbe de la economía venezolana, los cambios en la ayuda extranjera, las sanciones

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