Era una mañana de viernes cualquiera en la isla taiwanesa de Kinmen, a pocos kilómetros de la costa de China, cuando una sirena antiaérea rompió la calma.
En una oficina del gobierno local, la gente apagó las luces y se refugió debajo de las mesas. Otros huyeron a un aparcamiento subterráneo. En un hospital cercano, el personal se apresuró a atender a personas que llegaban tambaleándose con heridas sangrientas.
Pero la sangre era falsa y las víctimas eran actores voluntarios. Junto con los funcionarios del gobierno, participaban en los simulacros obligatorios de defensa civil y militar que se llevaron a cabo en Taiwán el mes pasado.
¿El objetivo? Ensayar su respuesta ante un posible ataque de China.
China lleva mucho tiempo prometiendo “reunificarse” con Taiwán, que goza de autogobiern