Las alfombras rojas y los primeros planos de Hollywood lo han confirmado: el rostro ya no es el único protagonista de la belleza. Los flashes de los fotógrafos, implacables como rayos X de la vanidad, han puesto el foco en un nuevo territorio: el cuello y el escote. Esa piel fina, sensible y con memoria prodigiosa es capaz de delatar (sin filtros ni edición) las noches en vela, el exceso de sol y, por supuesto, el paso del tiempo.

Lo saben bien Sarah Jessica Parker, Nicole Kidman, Julianne Moore, Diane Keaton o Jennifer Aniston: da igual tener un cutis impecable o la sonrisa más luminosa de Hollywood; si el cuello no se cuida, se convierte en el auténtico narrador de la edad. Es lo que algunos llaman el “efecto tortuga”: todo va perfecto hasta que la cámara baja un palmo y… ¡zas! apare

See Full Page