En una época donde la sostenibilidad ha dejado de ser un valor añadido para convertirse en un imperativo, Ringana emerge como un caso singular en el panorama empresarial europeo.
Fundada en 1996 por Andreas Wilfinger y Ulla Wannemacher, la empresa austríaca no nació de una estrategia de marketing verde, sino de una preocupación personal: la salud de su hijo.
Tras descubrir los ingredientes cuestionables de una pasta de dientes que el niño llevó de la guardería, la pareja decidió iniciar un camino radicalmente distinto. Así surgió la idea de crear productos cosméticos frescos, veganos y sin aditivos artificiales , que hoy representan un modelo de innovación y coherencia empresarial.
"Nunca se termina. Siempre hay algo por hacer" , expresa Andreas Wilfinger, fundador y CEO de Ringana, una