Uno se pregunta cómo es posible que un compositor sensible, disciplinado y talentoso, como Bruch, además de prolífico, sea conocido por una sola obra. E incluso, esta sola obra vivir a la sombra de otras igual de extraordinarias. La respuesta quizá esté en la vecindad temporal en la que le tocó vivir a Max Bruch: 1838-1920.

A los 11 años Bruch ya había obtenido el reconocimiento público, con obras como el bonancible Septeto para cuerda y vientos en mi bemol mayor , todavía muy cargado de la influencia de Beethoven. Poco más adelante, cuando solo tenía 14 años, escribió un cuarteto de cuerdas que lo llevó a ganar el prestigiado Premio de la Fundación Mozart de Frankfurt. En lo sucesivo su juventud fue componer y triunfar, hasta 1864 que escribió su primer concierto de los tres para violí

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