Joy Division, la legendaria banda inglesa de Manchester, se ha visto favorecida en el imaginario de las nuevas generaciones gracias a las muy buenas películas que esta (in)directamente ha inspirado, como 24 hour party people (2002), de Michael Winterbottom, y Control (2007), de Anton Corbijn. Fácil, ambos proyectos podrían figurar entre las mejores 30 películas de la década antepasada. En lo personal, me inclino por la primera, por su registro que echa mano de la ficción y de la no ficción.
Joy Division, pese a no existir, lo tiene todo para perdurar. Talento, por un lado, y el efecto tanático por el otro, en el que se yergue la aún joven figura del cantante Ian Curtis, muerto por propia voluntad, a la edad de 24 años, el 18 de mayo de 1980. Cierto es que la banda se recuperó de tamañ