El 28 de agosto, día de San Agustín, había comida de varios trinchetes en el seminario de La Linda, a dos rosarios de Manizales. Echaban la casa por el campanario y el púlpito al mismo tiempo. Misa de dos yemas, en latín, claro, y de espalda a la respetable feligresía.
Había recorderis de la regla de Agustín (354-430), nacido en Tagaste, África, actual Argelia, que dejó colgada de la brocha a Floria Emilia, “de cuya unión” hubo un hijo, Adeodato.
En una novela de Jostein Gaarder, el mismo de El mundo de Sofía , Floria Emilia le ajusta cuentas a Aurelio Agustín por haberla preferido a la teología. Primero el amor, Dios puede esperar, es la tesis de Floria en el bello libro.
“Ante omnia, fratres carísimi, diligatur Deus, deinde proximi…” (en traducción libre: Parceros, primero amen a