En su tan lúcido como riguroso estudio de los escritos póstumos de Alberdi, Oscar Terán señalaba los riesgos ciertos de una tendencia al reduccionismo economicista (que no es lo mismo, por cierto, que la atención prestada al factor económico): “un sustrato económico que en no pocos pasajes de los póstumos aplasta su discurso en un reduccionismo economicista”. Ese efecto de aplastamiento reduccionista no puede sino afectar, a su vez, la noción de libertad que ese Alberdi pone en juego: una versión demasiado estrecha que inscribe la libertad en el plano de la iniciativa económica, apostando (es la palabra) a que de ella puedan derivarse sus otras variantes. Un criterio así, sin embargo, termina relegando, hasta el punto de un descarte, otros pilares decisivos del pensamiento liberal, como so
Veinte mil pesos

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