Una derrota habría sido comparable al angolazo de Barcelona ’92 o al chinazo del Mundial de 1994. Porque tras el bochorno ante Georgia y la reacción frente a Bosnia le llegaba a España el rival más sencillo del grupo. Chipre, anfitriona con solo 6.000 licencias federativas, había sido un equipo vapuleado en los dos partidos anteriores. No podía fallar España en su camino hacia octavos de final y no lo hizo. El conjunto de Scariolo se impuso por 91-47.
La superioridad técnica, física y en todos los terrenos estaba sobre la mesa. Un panorama en el que se suele mover bien Willy Hernangómez, poco dado al estajanovismo pero muy ducho cuando el adversario es inferior. Aquí luce la clase que sin duda tiene el pívot barcelonista, que está intentando recuperar su pasión por el baloncesto. Nueve