Al margen de la firme decisión de sobrevivir a cualquier precio, la realidad es que el Gobierno sufre un enorme desgaste y desprestigio a pesar de los titánicos esfuerzos del aparato propagandístico de La Moncloa. En cualquier país de nuestro entorno, el propio presidente hubiera dimitido para dar paso a otro miembro de su partido o hubiera convocado elecciones. El problema es que nos hemos acostumbrado al disparate de un Ejecutivo asediado por la corrupción, una evidente debilidad parlamentaria e tal como establece la Constitución. Un incumplimiento de estas características, que cuando se le adjudica al PP provoca una ola de críticas entre los periodistas, ahora se ha convertido en algo normal. Bayrou presenta una cuestión de confianza y Sánchez alarga sus vacaciones como si volviera a se

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