El mundo “experiencias” nos convierte en ansiosos, consumidores compulsivos, viajeros agotados, incapaces de disfrutar si no es acumulando y por supuesto fotografiando y exhibiendo “experiencias”. Si no puedes vencer al mundo “experiencias”, únete a él. Asaltemos las cajitas regalo y los planes “sí o sí”, ocupémoslos y démosle otros contenidos
¿Qué tal tu verano? ¿Has acumulado muchas “experiencias” inolvidables? No hablo de viajes exóticos ni deportes de riesgo, baja un poco el listón: caminar descalzo por la arena ya es una “experiencia”. Dormir una siesta en hamaca es una “experiencia”. Comerse un sobao pasiego es, por supuesto, una “experiencia”. Cualquier cosa que se te ocurra, no necesariamente placentera, puede ser una “experiencia”, no te pierdas ninguna.
No bromeo. Hace dos semanas me encontré, en un periódico serio, un artículo con titular irresistible: “La experiencia que enamora a los viajeros en los Valles Pasiegos”. Andaba yo esos días por el norte de España, así que hice clic en el enlace, no iba a perderme yo una experiencia que enamora. “Descubre la experiencia culinaria de Cantabria que enamora a los viajeros y debes hacer sí o sí este verano”, insistía la periodista, que se hacía de rogar para desvelar su contenido. “Sí o sí”, no me lo pierdo.
Leída la noticia, la “experiencia” consistía en… comer sobaos. Sí, sobaos. Ese tipo de bizcocho de mantequilla rectangular, típico de Cantabria, que el expresidente Revilla llevaba a citas políticas y televisiones junto a las anchoas. Así estamos, con los sobaos convertidos en “experiencia que enamora”. Comerlos, pero también presenciar en vivo su elaboración, y participar en ella, amasar tus propios sobaos en un taller artesano y luego llevártelos a casa. Pagando, claro, que las “experiencias” siempre tienen un precio. Si no, no serían inolvidables ni enamorarían.
No sigo con la broma ni con la sociología de andar por casa, pero coincidirás conmigo en que el mundo “experiencias” se nos va de las manos. Hay gente que paga por irse un día a cosechar uvas, y así vivir la “experiencia” de la vendimia. El mundo “experiencias” es también muy triste. Nos convierte en ansiosos, consumidores compulsivos, viajeros agotados, incapaces de disfrutar si no es acumulando y por supuesto fotografiando y exhibiendo “experiencias”. No culpo ni juzgo a nadie, pues el mundo “experiencias” dice mucho también de nuestras carencias. Hay cajas regalo que contienen dos horas a solas con tu pareja o una tarde con tus hijos.
Si no puedes vencer al mundo “experiencias”, únete a él. Asaltemos las cajitas regalo y los planes “sí o sí”, ocupémoslos y démosle otros contenidos. Decenas de activistas se han embarcado este domingo en una flotilla rumbo a Gaza. Eso sí que es una “experiencia” inolvidable, que enamora, que hay que probar sí o sí. Gente valiente que contra el genocidio está dispuesta a jugarse la vida, y no es una forma de hablar: Israel podría hundir los barcos, bombardearlos o ejecutarlos uno a uno de un disparo en la cabeza, con la tranquilidad de que sus aliados europeos y norteamericano seguirían “condenando” y “exigiendo”, pero sin expulsar al Estado genocida ni de Eurovisión ni de la Vuelta. Toda mi admiración para ellas y ellos, nos hacen mejores, nos salvan de la indignidad.
No digo que te embarques tú en la flotilla, hay “experiencias” a la medida de cada uno. Si de Gaza hablamos, hay muchas “experiencias” inolvidables a las que puedes dedicar unas cuantas horas en los próximos días. Las plataformas locales de solidaridad con Palestina nunca andan sobradas de gente, siempre hay tareas por hacer. Acércate a la de tu ciudad, busca su web o red social, pregunta en la próxima concentración, apúntate, ofrécete, echa una mano. No esperes a que te regalen una cajita de lata.