En el largo de la existencia de la humanidad, la pregunta central de la convivencia siempre ha sido la misma: ¿cómo nos organizamos para vivir juntos sin destruirnos? De esa inquietud vital surgieron, a lo largo de siglos, diferentes modelos de gobierno. La democracia representativa se erigió, con todas sus imperfecciones, como la respuesta más civilizada. Su esencia no es la tiranía de la mayoría, sino el delicado equilibrio de poderes y el respeto sagrado a las minorías, porque en esa diversidad de voces reside la verdadera fortaleza de una nación.
Sin embargo , el poder tiene una cualidad corrosiva . Una vez alcanzado, muchos confunden el objetivo: dejan de servir a la sociedad para servir a su sigla, a su proyecto hegemónico, a su permanencia. Se olvida que al frente no se tiene a e