Assumpta Serna (Barcelona, 1957) acude al Festival Internacional de Cine de Venecia con motivo de la restauración y proyección en 4K de Matador (1986), quinto largometraje de Pedro Almodóvar . La actriz, que cumplirá 68 años el 16 de septiembre, recuerda en una entrevista con El Independiente los inicios de su carrera y su relación profesional con el cineasta manchego.

En Matador, Serna compartió reparto con Antonio Banderas, Julieta Serrano, Chus Lampreave, Carmen Maura, Bibiana Fernández, Verónica Forqué, Nacho Martínez y Eva Cobo. La intérprete señala que en aquel momento ella era más famosa que Almodóvar , quien apenas comenzaba a consolidarse como director. La película se situó entre ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984) y La ley del deseo (1987), dos de las obras clave en la filmografía del autor.

Serna explica que el personaje de María Cardenal supuso un reto porque en esa etapa de su carrera había interpretado papeles luminosos y el de Matador estaba marcado por la oscuridad. “Encontré el deseo y el misterio como claves para poder interpretarlo”, recuerda.

Aunque la colaboración no se repitió, la actriz afirma que hubo buena sintonía con Almodóvar, pero ella optó por impulsar una trayectoria internacional en Nueva York, Londres o Los Ángeles, mientras el cineasta se centraba en películas rodadas en España.

En la entrevista, Serna reflexiona también sobre su vida personal. Tras cuatro décadas residiendo de alquiler en el centro de Madrid, busca un nuevo hogar porque el propietario de su piso lo reclama. No descarta trasladarse cerca del mar. Además, repasa las ciudades en las que ha vivido, entre ellas París, Buenos Aires, Nueva York y Londres.

La actriz habla de su madre, de 99 años, lectora habitual hasta hace poco, y de su hermana, médica jubilada que reside en Suiza. Reconoce que le hubiera gustado ser madre, especialmente tras iniciar su relación con el actor Scott Cleverdon , con quien lleva más de tres décadas casada.

Respecto al presente, Serna continúa vinculada a la Academia de Hollywood, donde ingresó por El maestro de esgrima (1992). Considera que el cine debe reflejar las inquietudes humanas más allá de ideologías o consignas políticas. “El público no tiene una ideología concreta. Quieren ir al cine para distraerse, pero también para encontrarse a sí mismos”, afirma.