Es curioso lo que sucede con el terror más reciente: o las películas son muy malas, o resultan notoriamente buenas, sin término medio. Esto, más que una simple tendencia, parece algo sintomático, como si quienes se atreven con el género lo hicieran desde dos posturas opuestas: o lo estudian a fondo, aportando novedad y evitando los errores de sus predecesores, o lo encaran de manera superficial, “de ojito”, creyendo que el terror se reduce a demonios, monstruos, sangre y exageraciones grotescas.

En esta última categoría se ubica Rosario: herencia maldita, dirigida por el debutante Felipe Vargas, coproducida entre Colombia y Estados Unidos y protagonizada por Emeraude Toubia en el rol de Rosario Fuentes. Ella es una joven empresaria exitosa que, de pronto, recibe una extraña llamada de su

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