Cuando la madrugada del domingo 2 de septiembre de 1666 el resplandor de las llamas que entraba por la ventana de su dormitorio despertó al alcalde Thomas Bloodworth, el hombre no se preocupó. En una Londres en la que el fuego a cielo abierto se utilizaba para obtener luz y calor, los incendios era un fenómeno casi cotidiano. Tan poca importancia le dio al asunto que volvió a acostarse y no demoró en retornar plácidamente a los brazos de Morfeo. Diferente fue la reacción del administrador del Almirantazgo Samuel Pepys , que dormía junto a su mujer, Elizabeth, y fue despertado por una de las sirvientas. Al mirar por la ventana de su casa de Setting Lane vio cómo las llamas avanzaban por una calle cercana y se vistió sin perder un minuto, intuyendo que la cosa podía ser grave. No se equi

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