Con cara, gano yo; con, sello pierde usted. Ése es el principio bajo el que gobierna Donald Trump. Un día decidió que quería reabrir Alcatraz, la mítica prisión en una isla frente a San Francisco, California, para albergar a los presos más peligrosos, aunque Estados Unidos tiene ya la infranqueable cárcel Admax en Florence, Colorado.

Reabrir la prisión, conocida por películas como “Escape de Alcatraz” de 1979 y protagonizada por Clint Eastwood —y que por pura casualidad fue presentada por un canal público en el área de Mar-a-Lago, el club privado en el que estaba Trump el fin de semana en el que hizo el anuncio en redes— sería poco práctico. Hoy es un museo que genera millones de dólares cada año al Servicio Nacional de Parques, y reconvertirla, según cálculos, costaría por lo menos US$ 5

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