Un escritor conocidísimo el siglo pasado, Jules Renard, dejó escrito lo que deberían ser unas vacaciones auténticas: “Comer bien, dormir bien, ir donde uno quiere, quedarse en lo que de verdad interesa, no quejarse jamás y, sobre todo, huir de los monumentos como de la peste”. Es un buen programa, pero hoy destacaría lo de no quejarse. Básicamente porque ya llevo días escuchando los relatos de vacaciones de conocidos cada vez más convencido, por un lado, de que tengo demasiados conocidos y, por otro, de que la paciencia es una virtud muy sobrevalorada.

Hay mártires que nunca figurarán en el santoral. Principalmente los que, llevados por una idea muy discutible de lo que es la buena educación, aguantan resignadamente esas historias ajenas. Soportar las propias vacaciones ya es bastante pen

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