Milei tiene un problema: el jefe.

No es un problema poco común (muchos jefes no funcionan y arrastran a subordinados a crisis "invisibles", hasta que es demasiado tarde), pero sí de difícil resolución. ¿Cómo cambiar al jefe?

Lo infrecuente del caso es que fue el propio Milei quien se construyó la encerrona. "Ella es el jefe", repitió en voz alta hasta el cansancio, señalando a su hermana Karina, y sin calcular si el chiste podía convertirse en una trampa más adelante.

No se detuvo en la chanza. Concretó la ocurrencia designándola nada menos que secretaria general de la presidencia. Y lejos de circunscribir el cargo a las cuestiones en las que la confianza en su hermana representara un valor, la distinguió -o ella se autoproclamó- como la diseñadora política de estrategias electorale

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