Hace unos meses, Naomi Osaka no salía entre las favoritas de ningún torneo. Después de ganar tres Grand Slams, dos de ellos en Nueva York, dejó temporalmente el tenis a principios de 2023 para ser madre de una niña, Shai. Al cabo de un año regresó al circuito. Le costó volver a encontrar la forma, a recuperar su velocidad, a moverse bien de línea a línea. Desde su regreso, aún no ha ganado un título.

Este verano, sin embargo, las cosas han dado un gran cambio. En continua lucha consigo misma, combatiendo su inseguridad, una fragilidad que la hace romperse emocionalmente a menudo en la pista, en agosto llegó a la final de Montreal, cayendo ante la estrella revelación local, Victoria Mboko. En la entrega de trofeos, apenas su pudo contener el llanto para agradecer a su equipo, sin felicitar

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