En tiempos de turbulencia política, las voces se intensifican. ¡Y qué decir en tiempos electorales! Cada persona, desde su conocimiento y entorno, tiene el derecho de señalar hacia dónde cree que va el país. No obstante, hay una diferencia abismal entre un análisis serio y el ruido que, muchas veces, aparece como un acompañante tóxico que nubla el criterio y la realidad. ¿A cuáles les vamos a hacer eco? Las críticas superficiales, esas que proponen teorías de conspiración sin fundamento y pesimismos absolutos, son el peor enemigo para convencer en un debate que hoy requiere de una altura de la que muchos han demostrado carecer.
Es legítimo, incluso necesario, cuestionar a los funcionarios. Interrogar sus decisiones y poner en duda sus prioridades es síntoma de democracia. Pero no podemos