El marketing es, en esencia, comunicación. Es contar una historia para conectar con las personas, darles razones para elegir y, en el mejor de los casos, generar confianza. Pero hay una línea muy fina, casi invisible, entre comunicar con ética y manipular. Y cruzarla puede costar mucho más que una venta.
El marketing ético pone al cliente en el centro. Habla claro, no promete lo que no puede cumplir y respeta la inteligencia de la audiencia. Es cuando una marca dice: “Esto es lo que ofrezco, así puede ayudarte, y aquí están las pruebas que lo respaldan”. El consumidor elige libremente y siente que fue escuchado.
En cambio, la manipulación juega con el miedo, con la urgencia falsa, con mensajes diseñados para presionar. Es cuando ves anuncios que te dicen: “Compra ya o tu vida será un des