Me he pasado agosto con el ojo puesto en los cerros que avisto desde La Serna. Una de esas mañanas, el paso en vuelo bajo de un avión antiincendios con el bolsón colgando me llevó al borde de la ansiedad. Los incendios en la España más remota por interior y deshabitada son un símbolo de todo lo que no hace mucho fue valioso –montes, pinares, dehesas, ganados…– y hoy no importa a nadie, más que a cuatro ancianos arrumbados por la vida.

Pero al margen de ese gran telón de fondo del verano, uno de los episodios menudos que más me ha entretenido ha sido el revuelo formado por las ya famosas declaraciones de Antonio Muñoz Molina en las que propugnaba, frente a los excesos de nuestro tiempo, un regreso a la “escasez”. Es posible, como alguien ha señalado, que el escritor se refiriera más bien a

See Full Page